Adictos al aplauso ajeno

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17/08/2013

[F]acebook se ha convertido en un mediático objeto de estudio, ya que cada vez que un medio de comunicación publica algo sobre la red de masas, este se garantiza una ristra de visitas y comentarios —y, de paso, más metaviralidad para Zuckerberg—. El último estudio que ha destacado en las secciones de tecnología es uno de la Universidad de Michigan (UM): según sus investigadores, esta comunidad en línea socava el bienestar del usuario; es decir, no solo no contribuye a su desarrollo sino que lo deteriora, a pesar de que satisface la necesidad de conexión social. La muestra, formada por 82 adultos jóvenes, sentenció que, a más lo usaban, peor se sentían. ¿Será este el motivo del descenso de usuarios activos?

Ahora que se ha puesto de moda entre los famosetes dar exclusivas vía Twitter o Instagram, muchos psicólogos aprovechan para ejemplarizar a este tipo de personas que gustan de llamar la atención, de recibir constantemente estímulos positivos tanto a nivel offline como online. Los «me gusta» son aplausos —gratuitos, en su mayoría— que, a medida que aumenta el contador, magnifican la percepción personal. De igual modo, hay que sumarle las respuestas físicas que generan las redes sociales: el cerebro interpreta las interacciones con amigos y desconocidos como si se tratase de otro interruptor del placer. Más, cuando el objetivo de cada publicación o foto es, consciente o inconscientemente, la aceptación social. Por tanto, y contrastando el estudio de la UM, la autoestima dospuntocerista es un poderoso cóctel de recompensas que engancha. Y mucho.

En definitiva, que la toxicidad la incuba el propio usuario. Buscar la aprobación virtual de todo lo que hacemos nos convertirá en individuos vulnerables a la crítica ajena. Esto último puede llevar a una ausencia de habilidades sociales para afrontar situaciones negativas en solitario, ya que la audiencia controla y castiga: palabras poco amables, silencios e incluso llevar la contraria al argumentario pueden mermar el ego. Por otra parte, se promueve la absurda creencia de que todo es una fiesta perpetua; nada más lejos de la realidad: muchos recurren a las mentirijillas (las comparaciones son odiosas) para estar a la altura de otros «perfiles», así que todo forma parte de una artificial y a veces nociva hiperrealidad.

Publicado en DA.