La primera pregunta que debe hacerse un internauta cuando vaya a publicar una imagen en Internet con cierta carga sexual es la siguiente: ¿estoy dispuesto a que esa foto llegue a manos de cualquiera, incluida mi familia? Poco importa si está subida a una página o comunidad en línea privada: desde el mismo momento en que una sola persona la copie, esta podrá ser difundida por toda la Red y, lo más preocupante, para siempre. Además, se convertirá en el cebo perfecto de un prototipo concreto de acosador: el oportunista, el que suele escoger a sus víctimas por las imágenes que encuentra de ellas en los buscadores, ya que las interpreta como una especie de invitación al acoso.
No obstante, también existe otro perfil difícilmente identificable, el conocido como acosador específico, y cuyo comportamiento desglosa en cuatro fases el portal de seguridad Que no te la den: en la primera, la de enganche, el individuo intentará conocer al máximo a su interlocutor. Para ello, le preguntará su localización, edad, hobbies, etcétera, para así ganarse su confianza; una vez adquirida cierta identificación, pasará a la de fidelización en la que procurará convertirse en un confidente. Recurrirá a preguntas más personales, sobre todo para descubrir cómo son las relaciones de los miembros de la familia; con toda esa valiosa información, iniciará la de seducción, en la que la manipulación para hacer sentir mal será su principal ocupación —excesiva atención, halagos, etc.—. Solicitará fotografías y, por supuesto, el peligroso encendido de la webcam; en la última, la de acoso, no dudará en usar todo el material que ha recopilado: gustos, fotos, vídeos, situación familiar, intimidades… con el fin de establecer un contacto físico.
Finalmente, se quitará la máscara y se mostrará tal como es para alcanzar, a toda costa, su objetivo. Y aunque no todos siguen exactamente este proceso, nos da una idea clara de hasta qué punto es tan negligente el descuidar la atención de los hijos mientras están conectados. Es más, «cualquier usuario de Internet puede sufrir acoso sexual. Ni los acosadores presentan un mismo perfil, ni tampoco sus víctimas». No es cuestión de alarmarse, pero sí de prestar más cuidado.