Una conocida cadena multinacional de pizzerías ha incluido en su plan de ventas el Internet de las cosas, es decir, la tecnología que provee de conectividad a los objetos de uso común convirtiéndolos en inteligentes (wereables): los clientes que pulsen el típico imán de nevera se comunicarán de forma instantánea con su establecimiento más cercano para hacer un pedido. Esta innovadora forma de hacer marketing que, de momento, solo unos pocos experimentarán —los ganadores de un concurso en las redes sociales serán sus probadores— me llevó a analizar la situación actual en España de la ciberresilencia, la “capacidad de un sistema para soportar todo tipo de presiones sin cambiar su comportamiento”, tal y como la define el Instituto Nacional de Tecnologías de la Información. Porque si nos planteamos en mantener una interconexión constante: ¿no es prioritario, por tanto, reforzar la protección de las infraestructuras de información para saber anticiparse, resistir, recuperarse e incluso evolucionar?
Categoría: Telecomunicaciones
Oyentes en línea
«Crisis en los medios de comunicación». No sé cuántas veces hemos leído o escuchado que los canales convencionales —radio, televisión y prensa— están en crisis. Una situación que se debe, en parte, a la imparable caída de los ingresos publicitarios. No obstante, y aun pareciendo un escenario sin alternativas, algunas empresas informativas han adoptado involuntariamente modelos relacionales, y ejemplo de esto último es la radio online. Versión digital de una emisión convencional, se sitúa como uno de los medios de información y entretenimiento más demandados en Internet: el 33 % de los internautas españoles la escucha a diario mientras navega e interactúa en las redes sociales. Unos significativos datos que se desprenden de un estudio de IAB Spain.
Omnívoros digitales
Los internautas nos caracterizamos por demandar unos contenidos digitales personalizados, ya que la nueva influencia en los hábitos de consumo, sobre todo en los más jóvenes, es la tecnología y por supuesto las redes sociales. No obstante, y pese a la apariencia de masa social, la individualidad es cada vez mayor gracias a los smartphones, y ejemplo de ello es que, anteriormente, las familias se reunían en torno a la televisión para visionar la misma programación, mientras que con la irrupción primero de Internet y luego de los teléfonos inteligentes se ha reducido todo a lo privado, a la soledad de las pantallas.
Servicio público
- Daniel Aparicio recoge en 14 puntos algunas de las desviaciones del servicio público tanto en televisión como en radio.
Respetar los derechos de los ciudadanos, promover la diversidad cultural y la igualdad entre mujeres y hombres, ser plural en contenidos, proteger a los menores… Estos, entre otros, son los elementos definitorios del término servicio público. Un principio básico que va más allá de una posible connotación ética, ya que, en realidad, posee un naturaleza jurídica. Sin embargo, en esta ocasión no me detendré en este aspecto sino en las propias desviaciones del concepto. Un escueto análisis para la reflexión, no solo de los que trabajamos en empresas informativas, sino también para la población en general, emisores-receptores de la información, ahora más que nunca gracias a los medios sociales.
‘Long tail’ audiovisual
Piratería, velocidad de conexión, derechos de emisión…, estas, entre otros, son algunas de las amenazas a las que se enfrentan las plataformas que ofrecen productos audiovisuales de forma online. Un nuevo modelo de negocio que tiene la obligación de innovar a medida que se modifican los hábitos de consumo; un consumo que, en el mundo offline, favoreció a los principales majors, representados en seis gigantes cinematográficos estadounidenses: Paramount Pictures, Universal, 20th Century Fox, Warner Brothers, Walt Disney y Sony-Columbia Pictures, enumerados por Teresa Ojer y Elena Capapé en su estudio Nuevos modelos de negocio en la distribución de contenidos audiovisuales: el caso de Netflix (Revista Comunicación nº 10, 2012).
Ver online

Solo han bastado unas décadas para que la revolución de las tecnologías de la información y comunicación (TIC) se haya producido. Anteriormente, requería de segmentos de tiempo más largos, incluso siglos, mientras que actualmente la innovación tecnológica ocurre cada día; esto último ha propiciado una nueva forma de consumir o incluso de crecimiento empresarial de algunos sectores que han convergido en nuevas industrias. El precedente, como era de esperar, lo encontramos en la movilidad de las comunicaciones gracias a Internet.
Y son precisamente las TIC las que presentan posibilidades de escalar económicamente a corto plazo; ejemplarizando, hemos pasado de ver televisión de pago, suscribiéndonos a ciertos canales, a una programación en digital que, además, promueve la interactividad no solo mediante dispositivos tales como smartphones o tabletas, sino también en la pequeña pantalla. Luego, la calidad es fundamental para captar a unas audiencias multiplataformas, críticas y sobresaturadas. Sobra decir que el contenido nunca ha dejado de ser el protagonista pero ahora lo es más que nunca.
Convergencia de medios
En la década de los ochenta del pasado siglo, la irrupción de la tecnología digital propició un cambio radical en las infraestructuras en la prestación de servicios de las telecomunicaciones. Originariamente, cada red estaba diseñada para un determinado servicio audiovisual, evolucionando a redes que ofrecen simultáneamente telefonía y acceso a Internet. A este fenómeno se le denomina «convergencia», cuya definición se ha ampliado a otros niveles como el normativo, siendo este último un auténtico quebradero de cabeza para el legislador.
Esta nueva capacidad de las infraestructuras contribuyó a la paquetización de las telecomunicaciones a precios inferiores a la suma de los individuales. Así, la tasa de crecimiento de los abonados aumentó significativamente, lo que ha propiciado el incremento de los hogares con acceso a ofertas de televisión en abierto y de pago y a la banda ancha.