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06/09/2013
[E]l abuso deshonesto del lenguaje se produce abundantemente, citando al académico y lexicógrafo Manuel Seco, «en la administración, propaganda política y publicidad». De carácter vectorial, es decir, dirigido a un receptor pasivo para ejercer sobre él una influencia (utilizando para ello los medios de masas; ahora, medios tradicionales), era, hasta la irrupción del dospuntocerismo, una de las principales preocupaciones de los lingüistas. No obstante, y aunque el cambio es constante en lo digital, la evolución de la lengua continúa utilizando algunos mecanismos tóxicos, con mayor visibilidad, en mi opinión, gracias a las redes sociales.
Uno de ellos es el eufemismo. Seco lo define como «una actitud de temor hacia el interlocutor, un cuidado de evitar causarle con las palabras cualquier forma de disgusto»; así, el emisor se ahorra que el receptor pueda «retirarle su benevolencia». Y es en Twitter, por ejemplo, donde se da este «magnificador de realidades no negativas»; sobre todo, siendo los tuits mensajes públicos con riesgo de ser fijados a través de capturas de pantalla. Se produce, por tanto, un «anquilosamiento de la facultad de expresión», no ayudando al desarrollo de una opinión crítica y libre por parte de los tuiteros. De igual modo, y aun asistiendo a una reciprocidad en la comunicación, los medios digitales favorecen sus rasgos manipulativos.
Extrapolando otra de las críticas del académico al contexto digital, las jergas de las nuevas profesiones -sirva de ejemplo el Community Management (responsable de comunidades en línea)- contribuye a una complicación artificial de la lengua. Un falso tecnicismo, que entidades como la Fundéu BBVA, mediante la publicación de constante información lingüística en los medios sociales, intenta contrarrestar para evitar su principal vicio: el deslumbramiento. «A fuerza de decir las mismas palabras, los usuarios acaban por decir las mismas cosas», denunciaba ya en su época Pérez Galdós. Es fundamental adoptar una actitud ante la defensa de la lengua en la Red, ya que es nuestro instrumento de convivencia y avance. Más, con la abrumadora exposición en línea de su dispersión, en parte debida a la pobreza léxica, eufemismos, clichés lingüísticos, tecnicismos, etc., y que forman parte de una indigencia mental de obligada corrección con la adquisición de una cultura idiomática.