A la intemperie, en pleno invierno. Un artista expone sus acuarelas en una estrecha pero transitada callejuela cerca de la Fontana di Trevi. Podría pasar de largo, como tantas veces he hecho con los vendedores ambulantes de arte, pero su obra capta mi atención. En cuanto me acerco al caballete para observar un lienzo que reproduce de forma exquisita la Basílica de San Pedro, suelta sus pinceles y exclama con vehemencia que él es un auténtico pintor italiano y que su trabajo es real, no píxeles de dudosa calidad. Seguir leyendo en Medium.