«(…) Nuestro negocio son los juegos y nuestro público son los jugadores. Queremos construir una relación especial con nuestros lectores y anunciantes y operar con integridad». De esta forma comienza el código de ética editorial de una de las páginas de entretenimiento electrónico más conocidas de Europa: Gamer Network. Su co-fundador, Rupert Loman, ponente en TLP Innova, aconseja su lectura para entender cómo sus medios digitales mantienen el equilibrio entre la publicidad e imparcialidad, que paradójicamente escasea entre los sectores que más facturan en España: la tecnología y los videojuegos.
Mediante un conjunto de reglas, la política persigue «objetividad, exactitud y transparencia» en sus informaciones, perfectamente aplicable a cualquier ámbito periodístico. Como punto fundamental, exige que el departamento comercial esté separado de la redacción para ser un portal confiable y, aunque algunos crean lo contrario, este aspecto lo convierte en un espacio atractivo para la publicidad.
Pero ¿consiguen ser justos con las empresas que quieren anunciarse? Aseguran no inflar la publicitación de las cifras del tráfico de visitas y que estas últimas están validadas por terceros, ya que su enfoque a la hora de vender contenidos se sustenta en la comprensión de sus públicos y las necesidades del mercado. Sin embargo, uno de los puntos más controvertidos es el referido a los obsequios que solo aceptan si son funcionales para su trabajo, y que donan una vez finalizado este. Si los redactores son invitados a las oficinas de una compañía para probar un producto, prefieren cubrir ellos mismos los gastos de desplazamiento, divulgando en sus artículos las condiciones en las que analizaron dicho producto.
Quizá todo lo anterior suene a librillo de estilo, pero sí es un ejemplo de cómo los nuevos medios han encontrado su sitio en Internet y crecen mediante modelos de negocio basados en una oferta audiovisual, la celebración de eventos —como TLP Tenerife—, entre otros, mientras que los convencionales continúan en recesión. De igual modo, los profesionales de la comunicación deberíamos plantearnos la adopción de un código regulador que frene este desangrado del periodismo.