Texto publicado en Tenerife Ahora (eldiario.es)

Hay ciertas acciones que solo se pueden llevar a cabo mediante las palabras. Por ejemplo, pedir perdón, comprometerse o establecer alianzas requieren su uso. También para decir mentiras, conocidas en el mundillo de los lingüistas como los «parásitos del lenguaje». Así, los embusteros devalúan las palabras, carcomen su sentido. Sobre todo cuando un texto, perfectamente estructurado y grandilocuente, resulta ser un acto de mezquindad y falsedad. Tan asombroso es un idioma en cualquiera de sus manifestaciones.
Los medios de comunicación de masas son, digamos por tradición, expertos en la perversión del habla, como la sistemática manipulación lingüística de la propaganda. Esta arma solo busca un fin: la difusión de un mensaje que influya en los receptores. De ahí el poder que tienen las palabras: son capaces de condicionar el pensamiento colectivo. Por ello, es necesaria una selección precisa, correcta y libre de la llamada cosmética lingüística, definición del académico Manuel Casado Velarde.